miércoles, 4 de junio de 2014

Que podemos ver en Asturias?

Oviedo, la capital de una de las mejores regiones de España y del mundo: gente hospitalaria y cordial, paisaje esplendido, buena comida, buena bebida… ¿Qué más se puede pedir?
Oviedo, es sin despreciar a Gijón, una de las más bellas ciudades de Europa.

Cuando los moros invadieron España la primera vez, los resistentes Asturianos se declararon monarquía e instalaron aquí su precaria capital. Alfonso II el Casto rodeo Oviedo de murallas y edifico palacios e iglesias que prestigiaran su incipiente reino. Incluso, emulando la grandeza de Roma, construyo un acueducto del cual se conservan solo cinco pilares.


En el siglo X los francos que peregrinaban a Santiago de Compostela por el camino de la costa aportaron a Oviedo notables influencias de la cultura carolingia que se manifestaban en una docena de esplendidas iglesias del llamado prerrománico astur.

La segunda gran época de Oviedo arranca del siglo XVIII gracias al despegue comercial e industrial de la región, estratégicamente situada entre las cuencas hulleras y los puertos, a lo que hay que sumar la existencia de una clase dirigente ilustrada y emprendedora.

En las inmediaciones del teatro Campoamor, el de los premios Príncipe de Asturias, atrae poderosamente la atención del viandante la escultura de Úrculo, que representa, unas hermosas nalgas, el esplendor de la carne, lo único que nos llevaremos cuando abandonemos este mundo como testimonian solventes pensadores llegados a la edad provecta.

Escultura de Ana la Regenta
Frente a la Catedral de Oviedo, en la plaza, encontramos una estatua de bronce tamaño natural de una dama del siglo XX bastante agraciada: Ana Ozores, la Regenta, o sea, la mujer del regente, una dama de la alta sociedad que tuvo un devaneo con el canónigo magistral de la catedral, don Fermín de Pas, un cura hercúleo, de mucha labia en el púlpito en el sermón de la misa de doce y de mucho empuje en el himeneo.

Ana Ozores es la protagonista de la inmoral novela de Leopoldo Alas, Clarín, un zamorano afincado en Oviedo que remato con notable habilidad una inquietud femenina encorsetada en la sociedad provinciana. Esa novela es uno de los monumentos de Oviedo, de ahí que hayan puesto a Ana Ozores en la plaza para que don Fermín de Pas, o su sombra, la contemplé a placer desde el campanario de la catedral. Se subía allí para imaginar la vida de su rey. El magistral, un célibe contrariado que compensa el resentimiento y el desamor con la ebriedad del poder.

Llanes, verdes prados, aguas azules
Llanes, villa medieval, es uno de los más bellos municipios del oriente de Asturias y capital de su concejo. Sus habitantes son 4000 y se llaman llaniscos, pero en verano la población crece hasta las 20000 personas porque muchas personas escogen Llanes como lugar de veraneo por su encanto de villa marinera, por sus 38 playas, por su paisaje variado, por su cercanía a los Picos de Europa, por la gastronomía y por la cordialidad de los habitantes.

El paisaje de Llanes es de los más variados de la Península. Tienen ustedes la sierra de Cuera, tierra adentro a siete kilómetros, con su pico Turbina, a 1317 metros sobre el nivel del mar, y, sin embargo, la villa está en la llanura que le da nombre, en un lugar paradisiaco por el clima dominante y las condiciones del terreno.

La tarde es tan luminosa que apetece pasear y respirar la brisa marina en la bella ciudad costera. El viajero sale a la calle de Egidio Gavito, un paseo de plátanos entrelazados que orilla el parque Posada Herrera y se prolonga por la de Nemesio Sobrino, escaparate del Café Pinin, donde una tertulia de viudas toma café con dulces locales.

No conviene abandonar Llanes sin ver el Museo Etnográfico del Oriente de Asturias, en la sierra de Cuera, de los mejores de Europa en su clase, en una finca indiana que tiene un aguacate mexicano centenario, monumental.

Los Cubos de la Memoria
En Llanes, pasando el fuerte, buscamos el espigón que protege el puerto de las embestidas de la mar y guarda un cataclismo de luz y volumen: los Cubos de la Memoria.
El viajero constata el poder transformador del arte. La escollera gris y fea se metamorfosea, por la virtud del color, en una obra de arte que ha transformado el paisaje.

El escultor vasco Agustín Ibarrola concibió la idea de convertir la escollera en una gigantesca escultura de innumerables escorzos, la tridimensionalidad, el colorido y los efectos ópticos aprovechando el oleaje y las mareas.

El paseante atento admira los símbolos que recogen los Cubos de la Memoria: el pasado y el presente llanisco se representan en ellos, desde el ídolo prehistórico de Peñatú a las maletas de los indianos y emigrantes pasando por las redes, las manzanas, las palmeras…

Gijón
Gijón, larga orilla de la mar, puerto y promontorio, paisaje marinero y urbanismo moderno bañado de la sal marina. La ciudad conserva restos romanos, aunque su gran desarrollo llega en el siglo XVI, cuando los Reyes Católicos deciden instalar un puerto. La segunda edad de oro la disfrutan en tiempos de la Ilustración, gracias a Gaspar Melchor de Jovellanos, el hijo más preclaro de esta ciudad.

Gijón tiene su corazón en el cerro de Santa Catalina y en Cimadevilla, ciudad vieja y balcón sobre el batiente mar, pedestal para el Elogio del horizonte, la monumental obra de Eduardo Chillida que otea la Costa Verde.

En estas calles, entre la playa de San Lorenzo y el muelle deportivo, se dan cita restos romanos, casonas palaciegas y antiguas viviendas de pescadores. El callejeo por la ciudad señorial nos depara edificios tan notables como el Ayuntamiento, en la plaza Mayor; el Museo de Gijón-Casa Natal de Jovellanos con su anexa capilla de los Remedios, panteón del prohombre ilustrado; el palacio de Revillagigedo y la colegiata de San Juan Bautista, dedicados en la actualidad a exposiciones de arte moderno.

Cangas de Onís
Cangas de Onís, la primera capital del primer reino cristiano de España, tuvo cuatro reyes, a saber: Pelayo, Alfonso I, Favila y Fruela. El más famoso de los cuatro es Favila no porque hiciera grandes cosas sino, más bien, porque lo mato un oso. En un relieve del monasterio de San Pedro de Villanueva vemos a Favila que se despide de su mujer Froiluba a la puerta de palacio para la partida de caza, cuando ella le encomienda, cuídate y no cometas locuras por hacerte el macho, pero el desatiende el consejo, y termina sus días, en las garras de un enorme oso.

La calle principal de Cangas de Onís, repleta de comercios, uno de ellos una ferretería donde se encuentra de todo, hasta jaulas para grillos, termina en uno de los puentes más hermosos del mundo: un ojo enorme, de cíclope, una pina cuesta de subida y una de bajada, ambas empedradas. Le dicen el puente romano, pero en realidad es medieval, ligeramente apuntado, o sea, gótico temprano. El puente, las peñas y el rio conforman una hermosa vista. Antes colgaba de la clave una reproducción enorme de la Cruz de la Victoria, símbolo de Asturias, pero han tenido el buen gusto de quitarla.

En Cangas hay un par de mesones donde sirven una fabada irreprochable: las fabes grandes y casi sin pellejo, harinosas; el caldo exquisito y aromático; el compango canónico, de chorizo, lacón, morcilla, tocino, orejas y rabo, que pasan con vino tinto. De postre arroz con leche, como es natural.

Lagos de los Picos de Europa
Los lagos de los Picos de Europa son un sistema montañoso de rocas calizas bien delimitado del resto de la cordillera Cantábrica, con matorral en las cumbres y laderas arboladas de hayas, encinas, robles, quejigos, rebollos y abedules. Cerca de su cumbre mayor, el célebre Naranjo de Bulnes, de 2519 metros, convergen los límites territoriales de Asturias, Cantabria y León.

En los Picos de Europa, al amparo de la arboleda, el matorral y la hierba gorda, se cría una considerable población de rebecos, ovejas, cabras montesas, lobos, águilas, buitres, algunos osos, algunos urogallos y algunas manadas de caballos.

Para subir a los Picos de Europa dejamos Covadonga a la derecha y tomamos una carretera más agreste que discurre por paisaje empinado. Los Picos de Europa se llaman así según unos porque eran lo primero que veían los balleneros cuando regresaban de Groenlandia; según otros por doncella fenicia, Europa, que rapto Zeus transformando en toro y la dejo aquí abandonada, para alejarla de su padre.

Santuario de Covadonga
El viajero aparca al pie del peñasco de Covadonga, sale del coche y aspira el aire frio y limpio de la mañana mientras esparce la mirada por el lugar. La vista impresiona: en el escarpe de la montaña arbolada se abre, con un bostezo de la roca, una gruta amplia y poco profunda, casi un abrigo, en la que se distingue un templete de piedra sillar y una aglomeración de devotos.

Al lado de la gruta brota un manantial cuyas aguas caen, en cola de caballo, sobre un estanque a los pies de la roca. En Covadonga el godo Pelayo derroto a un destacamento de moros, una simple refriega quizá, pero psicológicamente muy importante que es el comienzo de la Reconquista, que duro ocho siglos. Los asturianos bromean con el forastero y le dicen que España es Asturias y todo lo demás tierra conquistada.

Los visitantes recorren el amplio túnel excavado en roca que comunica la cueva santa con la explanada en la que se alzan la basílica neorromántica, la colegiata de San Fernando, el monumento a Don Pelayo, las tiendas de recuerdos y el resto del conjunto. Aunque todo esto surgió a finales del siglo XIX. Antes solo estaba la colegiata que se construyó en el siglo XVII.

2 comentarios:

  1. os recomiendo viajar a Asturias patria querida muchas gracias por el artículo

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  2. guau estupenda guia muy completa aunque faltan imágenes el texto lo dice todo, muchas gracias

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